Hoy os dejo la versión extendida de un microrrelato que he escrito para un concurso en Ambientum. Podéis leer la versión corta aquí, y no estaría mal que me votarais, claro. Espero que os guste.
Ya soy mayor
Daba vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño vio
por la ventana cómo comenzaba a nevar. Pensó que la nieve siempre le levantaba
el ánimo, le alegraba. El manto blanco siempre traía aparejados las risas y
gritos de los niños, suyos incluidos, pero sabía que esta vez no, no podría
reír ni correr detrás de su hermano con una pelota de nieve bien apretada en
las manos… Deseaba que la mañana no llegara. Sabía que ese no era un
pensamiento normal para una niña de 10 años. ¡En qué cabeza cabría que no
quisiera salir a la calle en su primer de día de las vacaciones de Navidad! Le
diría a su madre que se encontraba mal, que sentía como un peso en el pecho que
le daba ganas de llorar. Emocionada por la vuelta a casa de su padre después de
semanas fuera por trabajo, le había dicho que sí, que por supuesto iría con él.
Pero no quería ir. Y no sabía cómo decírselo.
Llego la mañana, a pesar de lo mucho que pidió a quién le
correspondiera que no pasaran los minutos. Olía el café recién hecho, oía los
ruidos del despertar de la casa: su padre ya en la cocina preparando el
desayuno para toda la familia, su hermano pequeño arrastrando los pies según va
a la cama de mamá para dormitar otros 10 minutos a ella abrazada, las palabras
de cariño de mamá al recibirlo… Ojalá se olviden de mí, ¡que no venga papá a
despertarme! Pero ya se oían los pasos acercándose a su habitación. Por un
momento pensó en esconderse bajo el cálido edredón, pero no, no lo hizo, ya era
mayor, ya tenía 10 años, podría enfrentarse a lo que esa mañana le esperaba.
Desayunó, poco porque no tenía apetito… Seguía con un peso
en el pecho que le impedía tomarse el cola cao. Su madre, preocupada, le tocó
la frente para ver si tenía fiebre. ¿Podría ser esa su salida? ¿Decirle a mamá
que no se encontraba bien y que quería volver a la cama? No, no podía hacerlo.
Se lo había prometido a papá.
Se vistió, con desgana y repitiéndose mentalmente con cada
prenda que se ponía que ya era mayor y que podría hacerlo. Oyó como papá abría
la puerta del garaje y se le anegaron los ojos de lágrimas. No, no llores, eso
de niños pequeños y yo ya tengo 10 años, puedo hacerlo, se dijo.
Llegaron al sitio al que tanto había deseado no ir, papá sonriente, a ella
más le pesaba el pecho y tenía un nudo en la garganta. Se acercó un
dependiente, todo sonrisas y gentileza, que les llevó a lo que ella sólo podía
definir con una palabra: cementerio.
No pudo más, no pudo soportarlo, ver tantos y tantos de
ellos, en fila, esperando su turno para alegrar quince días en una casa y
acabar en el contenedor de basura más cercano. Se echó a llorar, gruesas
lágrimas que le recorrían la cara, hipos que no le dejaban hablar… Su padre,
atónito, preguntaba qué era lo que le pasaba. Ella aún incapaz de contestar.
Cuando al fin se calmó, se lo dijo: Papá, ¿por qué tenemos
que matar un árbol para celebrar el nacimiento de un niño, para celebrar la
vida? ¡No tiene sentido! ¡No lo entiendo!
Su padre se quedó pensativo. Nunca se había hecho esa
pregunta y no supo que contestar.
Pero no compraron el árbol, decidieron que las bolas las
colgarían en el poto que tanto cuidaba su madre. En su casa no matarían nunca
un árbol, pero no les faltarían plantas que adornar.
Salió con una radiante sonrisa del vivero. Ya no le pesaba
el pecho y el nudo que tenía en la garganta había desaparecido. Se dio cuenta
de que se moría de hambre, pensar en que iban a matar un árbol de navidad para
adornar la casa le había quitado el apetito. Pero ya no iban a matar a ningún
árbol, ni ahora ni nunca. ¿Podemos ir a desayunar? Le preguntó a su padre,
feliz porque ya era mayor, tenía 10 años, y porque había salvado la vida a un
árbol.
Realmente me ha parecido extraordinario, creo que dá reflejo a una sensibilidad y compromiso con la naturaleza que debería ser prioritario, sino consecuente, éste país con la riqueza que poseemos y el abandono económico y cultural que hacia él tenemos.
ResponderEliminarSimplemente gracias por pensar así, se debería hacer patente por convencimiento y entendimiento el respeto y compromiso con la naturaleza, con el planeta.
Enhorabuena por tu microrrelato.
Pedro (xerpagros@hotmail.com)
Realmente me ha parecido extraordinario, creo que dá reflejo a una sensibilidad y compromiso con la naturaleza que debería ser prioritario, sino consecuente, éste país con la riqueza que poseemos y el abandono económico y cultural que hacia él tenemos.
ResponderEliminarSimplemente gracias por pensar así, se debería hacer patente por convencimiento y entendimiento el respeto y compromiso con la naturaleza, con el planeta.
Enhorabuena por tu microrrelato.
Pedro (xerpagros@hotmail.com)
Muchas gracias Pedro! Da gusto recibir críticas así. Seguiré escribiendo, comentarios como el tuyo es lo que hace que sigamos para adelante. Gracias de nuevo!
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